cálamo & alquimia® | @silviameave No me gusta criticar a los mexicanos por lo que pudiera tocarme de retache; pero juro que no había vuelto a ver un ridículo gubernamental tan patético como el de Vicente Fox cuando le pidió a Fidel Castro “cómes y te vas” hasta que aparecieron el embajador de México en España, don Jorge Zermeño y un coro de diputados encabezados por la priísta Guillermina López Balbuena (¿?) para protestar por el anuncio de la la Texican Whopper que vende la cadena multinacional de comida rápida Burger King en algunas ciudades europeas.
Según algunas versiones periodísticas, oficialmente el gobierno mexicano argumentó ante la empresa que “dicha publicidad denigra la imagen de nuestro país y utiliza indebidamente la bandera nacional mexicana.”
Y si bien efectivamente las leyes son claras respecto del uso del escudo nacional, la bandera y el himno que no pueden prestarse a chacoteos, bromas, guasas ni vaciladas, en lo cual yo estoy ciento por ciento de acuerdo, también pareciera que la protesta responde más a cuestiones de distracción política para exaltar un patrioterismo trasnochado e incluso fuera de contexto. Como bien dijo don Martín de Lima Moreno, jefe de la mesa de redacción de www.tribu-info.ws en los foros del periódico El Universal: Hasta Paulina Rubio se tapó el rabo con la bandera y no pasó nada.
Zermeño solicitó a Burger King retirar su campaña publicitaria diciendo que “ofende a México y a los mexicanos.” Yo soy mexicana y el enmascarado barrigón del poncho tricolor que aparece en el cartel promocional no me ofende de ningún modo y, para ser francos, lo que sí me ofende es que los banqueros transnacionales se hayan apañado un porcentaje aún no cuantificado del dinero de los trabajadores mexicanos depositados en las Administradoras de Ahorro para el Retiro (Afores) con el pretexto de la crisis especulativa que padece el mundo de manera oficial desde Septiembre pasado y que ningún funcionario público haya levantado la voz hasta la fecha para exigir una rendición de cuentas claras en favor de los jubilados del mañana.
Lo curioso de todo esto es que el escandalito con tufo de estrategia de marketing detonó presuntamente porque un grupo de mexicanos residentes en España que se quejan de la discriminación que priva en esa nación contra los inmigrantes de origen latinoamericano, se tomaron el anuncio de modo personal. Eso me parece mero chisme. Sin embargo, la publicidad de Burger King sirvió para que cada quien sacara de su respectivo inconsciente toda su íntima carga simbólica de lo que significa ser mexicano. Y es que aunque según una encuesta de la Secretaría de Gobernación serlo es un orgullo para el 80 por ciento de quienes nacimos en el ombligo de la luna, solamente cuatro de cada diez mexicanos se siente plenamente satisfecho con su vida en el país… ¡oooouuups!
No creo en las coincidencias y supongo que después de haber analizado los resultados de la encuesta de Gobernación sobre cultura política y prácticas ciudadanas, los funcionarios encontraron en la campaña del Burger King el marco perfecto para desempolvar el patrioterismo septembrino.
Según se ve, la “patria” (que no la Patria) y sus símbolos son una buena excusa de los políticos para jugar con los complejos y frustraciones de cierta parte de la clase media en vías de extinción. Y lo digo porque tal vez tiene algo de cierto la broma de un periodista texano quien comentó que lo que realmente había molestado a los mexicanos que protestaron por el anuncio de la Texican Whopper es que el personaje que representa al luchador enmascarado es demasiado bajito en comparación con el vaquero.
Valga aquí mencionar que en el anuncio de televisión, que se anexa abajo, el poncho se sustituye por una capa tricolor, sin escudo nacional, y el luchador es un “mini” algo fortachón y sin barriga, como hay muchos en ese deporte, y la imagen que proyecta el personaje es -para decirlo en mexicano- chiquito, pero galletoso (con energía y cooperativo), buena onda, pues.
El compañero Lima, siempre provocador, pasó por varios foros de la red de redes y encontró que una buena parte de los participantes en la polémica no soportaron que el mexicano del cuento (ok, del cartel) fuera un enanito enmascarado y barrigón… ¡porque los mexicanos no somos así!, según los participantes en los foros. Al final de cuentas la polémica cibernáutica reveló que los mexicanos no son (¿no somos?) como los pinta Burger King, chiquitos y graciosos; sino, supuestamente, blancos, esbeltos y altos, además de carentes de sentido del humor, como si todo esto fuera una cualidad para destacar, de acuerdo con la visión clasemediera de los usuarios de Internet que visitan los sitios de noticias.
De hecho un anónimo ciudadano escribió en algún sitio: “Ni todos los americanos son tan altos ni los mexicanos tan enanos, además de que en el comercial el mexicano parece tomar el papel de mujer, este tipo de publicidad simplona causa molestia.”
El maestro Lima, tan aficionado a psicoterapiar a quienes no lo piden en voz alta, se tomó la molestia de exacerbar ánimos con su “hipótesis de que la clase media mexicana no acepta lo que ve en el espejo” y que no es lo que quiere o quisiera ser.
¿Será cierto lo que dice Martín, de que los fans de las hamburguesas se sintieron heridos al verse en el espejo (real o ficticio, no importa; pero simbólico al fin y al cabo) del supuesto Primer Mundo? ¿Se ofenderán los españoles si el embajador Zermeño va a contar chistes de gallegos? <<>>