Todos los años, durante la conmemoración de la Semana Santa, el Papa en turno de la Iglesia Católica, en acto de supuesta humildad, lava los pies de presuntos desposeídos y lanza una reflexión pública (la homilía) con fines moralizantes que busca llegar al corazón de sus feligreses.
Este 2023, el argentino Jorge Bergoglio, más conocido como el Papa Francisco, actuó bastante apegado al guión de la película Los Dos Papas (2019) de Fernando Meirelles, donde se esboza la improbabilidad presente y futura de hacer cambios significativos a la estructura eclesiástica, plagada de escándalos alrededor del mundo por los cientos o miles de casos de sacerdotes pederastas ocurridos en los últimos 70 u 80 años, además de las ya conocidas historias tenebrosas de abusos étnicos y culturales a lo largo de su existencia.
Y es que si en la película, los dos Papas —Francisco y el recién fallecido Benedicto XVI— polemizan sobre la esencia de la religión católica (que es la fe de los pecadores, concluyen), este Jueves Santo, Bergoglio reiteró que en la Iglesia bajo su mando, no es obligatorio evitar el pecado, sino asumirlo con dignidad, cualquier cosa que eso implique.
Para quienes no estamos en la religión católica resulta inaudito que no se plantee a los feligreses esforzarse por ser mejores seres humanos y evitar el daño personal o social que conllevan pecados como los que han cometido tantos miembros del propio clero.
La dignidad de los pecadores, a final de cuentas, es de facto una coartada para el mal en todas sus tesituras y dimensiones. 👣
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