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El Artículo 37 de la Ley de Migración de los Estados Unidos Mexicanos señala que para internarse en el país, todo extranjero debe presentarse en el “filtro de revisión” de cualquier puerto de entrada con documentos de identidad de su lugar de origen y, en su caso, una visa previamente solicitada para entrar a México.
Los visitantes exentos de presentar visa en México son los ciudadanos de Canadá, Estados Unidos de América, Japón, Reino Unido, cualquiera de los países europeos que integran el Espacio Schengen, los de los países miembros de la Alianza del Pacífico (Chile, Colombia y Perú), así como empresarios e inversionistas plenamente acreditados de la Región Asia Pacífico (APEC).
De tal modo que el ingreso multitudinario al país norteamericano de indocumentados, en su mayoría hondureños, ocurrido durante el fin de semana del 19 al 21 de Octubre 2018 es una flagrante violación a las leyes y soberanía mexicana, en nombre de la pobreza sistémica que se vive en esa nación desde el golpe de Estado en 2009.
En un sentido estricto, la irrupción ilegal de miles de extranjeros en el territorio mexicano tiene muchas aristas que no deben desdeñarse, como lo están haciendo muchos activistas pro Derechos Humanos en Norteamérica, que a lo largo de varias décadas han construido en el imaginario colectivo, el estereotipo emocional del buen migrante indocumentado, pobre y desesperado por alcanzar el sueño primermundista, el cual únicamente por esa condición supuesta, según la gente humanitaria, puede transgredir el contrato social que garantiza la libertad y la equidad dentro de los Estados.
La migración indocumentada no es un asunto que deba mirarse sólo bajo la lupa de los Derechos Humanos o de la pobreza producto del establishment neoliberal e imperialista. Sin ánimo de usar el chocante y racista vocabulario del presidente Trump, efectivamente es un tema de seguridad regional para Norteamérica, ese enorme barco comunitario al que nos subieron nuestros líderes políticos en 1994 y que por ratos parece naufragar.
INTRUSIÓN VIOLENTA
Los integrantes de la Caravana Migrante hondureña podían (y pueden aún ahora) solicitar una visa para desplazarse en México como visitantes o incluso pedir asilo humanitario temporal o permanente que es probable no se negaría a la mayoría. Sin embargo, una turba de miles de indocumentados ingresó a México por la frontera chiapaneca con violencia (apedreando a los policías federales que trataban de resguardar la aduana), y algunas fuentes periodísticas anuncian ya que se prepara una nueva oleada de desplazados que se sumaría a todos aquellos que, individualmente y por diversos medios, llegan al país con la intención de cruzar ilegalmente la frontera entre México y Estados Unidos, y al no conseguirlo se estacionan indefinidamente en el país.
Resulta evidente que en la primera incursión masiva, los ocultos líderes de los indocumentados centroamericanos buscaban provocar la represión de las autoridades migratorias mexicanas para fabricar un conflicto regional en carambola a cuatro bandas que enfrentase a México por igual con el gobierno hondureño y con la Administración Trump, y de paso aumentar la intensidad de la confrontación interna que persiste entre mexicanos desde la campaña política presidencial.
Baste mencionar que mientras el gobierno federal mexicano encabezado por el presidente Enrique Peña Nieto se ha limitado a tratar de apegarse a las leyes de migración para controlar la irrupción ilegal de la Caravana Migrante, el mandatario electo Andrés Manuel López Obrador asumió el compromiso futuro de brindar refugio a latinoamericanos que huyen de sus naciones, y convertir los consulados mexicanos en Estados Unidos en “procuradurías de los migrantes”. Ambas posiciones – que no son obligadamente contradictorias – causaron revuelo y confrontación entre distintos sectores de la Opinión Pública norteamericana, sobre todo en México.
Los simpatizantes del presidente electo López Obrador piensan que la Administración Peña Nieto, al aplicar la ley, está convirtiendo a México en aduana estadounidense, idea reforzada por los tuiteos del señor Trump, aunque los mexicanos no deben minusvalorar la vulneración de la seguridad nacional a la que se someten sus fronteras sin un registro riguroso de todo extranjero que atraviese el país. Recuérdese que la entrada libre de colombianos a México ha propiciado el ingreso de bandas de la delincuencia organizada de ese país que ahora azotan a las ciudades más importantes de la nación.
Por otro lado, aunque el actual gobierno mexicano está haciendo lo que le corresponde ante la oleada de inmigrantes indocumentados, no ha sido lo suficientemente claro en explicar los acuerdos en la materia con el gobierno de Estados Unidos, ya que el presidente Trump, llevando agua a su molino electoral, como es su estilo, acentuó en su discurso xenófobo la técnica del apapacho y el garrote con su socio y vecino del sur.
En una retahíla de mensajes en Twitter, su medio de comunicación predilecto, el mandatario estadounidense publicó que “se están haciendo todos los esfuerzos posibles para evitar que el ataque (sic) de extranjeros ilegales cruce nuestra frontera sur. Las personas deben solicitar asilo en México primero, y si no lo hacen, los Estados Unidos los rechazarán (...)”.
Luego, en otro momento, escribió en tono apocalíptico que se estaba dando un asalto a su país en la frontera sur – si bien al cierre de esta edición los migrantes no han salido siquiera de Chiapas – y que con los hondureños venían criminales de Medio Oriente y traficantes de drogas (lo cual no está comprobado, aunque no puede descartarse), y remató que detener a la caravana “... es mucho más importante para mí, como presidente, que el comercio o el USMCA.”
O sea: Trump está aprovechando la irrupción de la Caravana Migrante para coaccionar a los gobiernos entrante y saliente de México y someter al país a sus dictados económicos, mientras asesta a los legisladores demócratas de su propio país un golpe de mercadotecnia electoral al acusarlos de poner en peligro a la Unión Americana con leyes migratorias “débiles”, en tanto que busca recortar el presupuesto para el desarrollo centroamericano como represalia por el éxodo indocumentado.
¿LA CIA, DETRÁS DE LA CARAVANA MIGRANTE?
Según fuentes oficiales hondureñas, el Partido Libertad y Refundación (LibRe) y el Partido Anticorrupción (PAC) están detrás de la llamada Marcha del Migrante o Caravana Migrante que salió el pasado 13 de Octubre 2018 de San Pedro Sula con alrededor de 6 mil integrantes, entre hombres, mujeres, niños y ancianos hacia los Estados Unidos de América, con el presunto objetivo de ingresar al territorio de la potencia norteamericana a buscar trabajo y vivienda.
Miembros de los partidos políticos mencionados rechazan la acusación del gobierno, asegurando que la organización de la caravana fue espontánea, aunque hay periodistas locales que creen que los organizadores apuestan a una intervención militar estadounidense en Honduras con el pretexto de frenar el hoy incontrolable éxodo indocumentado.
El senador republicano por Florida, Marco Rubio, también habló en Twitter de una situación prefabricada: "Si bien la migración ilegal a los Estados Unidos desde América Central está causada por una crisis real, la “caravana” de los migrantes fue fabricada por partidarios de una agenda radical que está utilizando a personas pobres y desesperadas para intentar avergonzar y minar a los Estados Unidos en la región. Pero va a ser contraproducente para ellos."
Algunos analistas internacionales especulan, por otro lado, que grupos de poder econòmico interesados en la construcción del muro fronterizo entre Estados Unidos y México podrían ser los orquestadores de lo que pretende ser un desafiante éxodo masivo de países pobres al norte industrializado. Otros, como el periodista mexicano Juan Manuel Asai, señalan directamente a la CIA como promotora de la caravana, lo que de comprobarse, daría una dimensión inquietante a los auténticos propósitos de la oleada inmigrante, pues podríamos estar, entonces, ante un intento de desestabilización desde el norte en territorio mexicano durante el proceso de transición sexenal.
Como advierte Asai en su artículo "La Caravana Migrante de la CIA", publicado en La Crónica de México, la mayoría de los migrantes son, a final de cuentas, instrumentos multipropósito del establishment y al margen de que ahí se da la primera violación a sus derechos humanos, también se están usando como arma biológica (en sentido literal) para acelerar la descomposición del tejido social y la identidad nacional de los mexicanos, socavados por la guerra anti-narco y la violencia del crimen organizado.
Desde luego, los miles de migrantes que viajan en la caravana están en grave peligro dentro del territorio mexicano; pero México, al permitir el paso franco y sin control de los hondureños, revela una vulnerabilidad que pone en el corto y en el largo plazo, a su población, a merced de cualquier crisis, desde sanitaria y alimentaria hasta terrorista
Nadie querría ver al ejército mexicano frenando a los migrantes hondureños ni que se repita la separación de familias que cruzan fronteras ilegalmente con niños y ancianos; pero, por seguridad regional, México debe tener un plan B ante el previsible rechazo estadounidense de los migrantes y potenciales infiltrados que inevitablemente se dispersarán en el territorio mexicano mientras aguardan su oportunidad para lograr sus objetivos. 👣
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