cálamo & alquimia® | @silviameave
Como era previsible, el mundo no se acabó; pero estoy casi segura de que muy pocos esperaban esa caminata silenciosa de las bases del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en cinco poblados mayas de la Selva Lacandona.
Según las crónicas de los medios de comunicación, entre 30 mil y 50 mil zapatistas aparecieron en San Cristóbal de Las Casas, Palenque, Ocosingo, Altamirano y Las Margaritas, con el amanecer, justo al empezar la nueva cuenta de los años mayas, e hicieron el mismo recorrido del primer día de 1994 cuando declararon la guerra al gobierno neoliberal de Carlos Salinas de Gortari.
Los que estuvieron allí describen la escena de este 21 de Diciembre 2012 tan sorpresiva y sobrecogedora como la de aquella mañana de Enero cuando irrumpieron con las armas para gritar “¡Ya basta!” de la opresión y la exclusión en que vivían y siguen viviendo en el rincón más lejano de la patria mexicana.
La diferencia: Hoy los hombres y mujeres de hermosos ojos almendrados y rostros cubiertos con pasamontañas y paliacates se apostaron en silencio y desarmados, con el puño izquierdo en alto para recordarle al mundo que siguen en su lucha por una vida justa.
Más allá del sentido pseudo-esotérico, o incluso político, que se le pueda dar al acontecimiento el cual, como dijeran los mercadotécnicos, tuvo buen timing, todo apunta a que se prendieron las señales de alarma para los pueblos zapatistas con el regreso al gobierno estatal, de grupos caciquiles vinculados al Partido Revolucionario Institucional (PRI), por la vía de la candidatura del militante verde-ecologista Manuel Velasco Coello, coincidente con el decimo quinto aniversario de la matanza de Acteal.
Otros dicen que el EZLN está en su zona de confort con el PRI; pero en casi dos décadas nadie ha probado que el papel de los indígenas chiapanecos sean mera válvula de escape político para la inconformidad de los opositores al sistema.
Y es que, a punto de cumplirse 19 años del levantamiento armado indígena chiapaneco -el último del siglo xx- con decenas de manifestaciones populares de apoyo alrededor del mundo y miles de páginas escritas en todos los idiomas que intentaron explicar una rebelión que retó a la inteligencia de casi cuatro gobiernos (dos priístas y dos derechistas), estamos, como en la cuenta de los años del calendario maya, en el baktún cero… En el principio.
No son los mismos; pero son los mismos. Hace casi dos décadas el planeta entero despertó al año nuevo con una generación de jóvenes indígenas dispuestos a perder la vida por lograr la justicia y la igualdad para su pueblo la flamante absorción económica de México al Imperialismo hemisférico.
Hoy, los jóvenes encapuchados aparecieron de nuevo, dispuestos a ganar la vida que algunos de sus padres perdieron después de 1994, a veces no en el fragor de esa guerra disfrazada de diálogo político, sino por enfermedades curables que son heridas de la lucha de clases.
Aunque el tango dice que veinte años no es nada, lo cierto es que en ese lapso cabe la vida de dos generaciones y desde el borde del fin del mundo que a los ojos de la humanidad se transformó en una aldea global high-tech, el Estado mexicano simuló la búsqueda de la integración de los olvidados del sistema por la vía legal.
LA INSTITUCIONALIDAD QUE SE MURIÓ EN LA SELVA
Cierta ocasión, creo que era 2007, mientras esperaba a que un sindicalista independiente me recibiera para una entrevista relacionada con temas laborales, llegó al lugar un indígena que solicitó hablar con el mismo personaje que yo buscaba. Explicó a la recepcionista que era representante del EZLN y que necesitaba un donativo para pagar médicos y comprar medicinas para algunos habitantes de la comunidad en la que vivía, que habían viajado a la Ciudad de México para atenderse, ya que los hospitales de la región no tenían médicos ni atendían especialidades. Me acerqué al hombre, pequeñito, de unos 40 años tal vez, que no hablaba el español de manera fluida, pero que denotaba una conciencia política que no he visto en ningún activista social de la capital, y me empezó a platicar que en Chiapas no había ningún avance real para los pueblos zapatistas; que los gobiernos estatales de la oposición, que habían ganado votos gracias a su movimiento, apoyaban a sus huestes partidistas; pero que ellos seguían en la misma situación que los había llevado a levantarse en armas en 1994.
Le pregunté al zapatista sobre el diálogo que tenía o habría de tener el EZLN con Luis H. Álvarez, designado por el presidente derechista Felipe Calderón como “comisionado nacional para el desarrollo de los pueblos indígenas”, cargo creado por Vicente Fox, su antecesor de la misma filiación política de oposición, para un organismo al que le cambió de nombre para dar cumplimiento en el papel a una política indigenista que presuntamente integraría el contenido de los Acuerdos de San Andrés Larráinzar.
Recuerdo que el día de mi conversación con el zapatista, Álvarez estaba de gira por Chiapas, según crónicas periodísticas. El zapatista rió bajito y me miró como si yo estuviera hablando de algo que no existía o como si yo no supiera de qué le preguntaba. De hecho sentí que él intuía que era una reportera novata en el tema Chiapas cuando fijó sus ojos en los míos y dijo: “Ese viejito ya se murió en la selva”.
-¿Se murió? ¿Por qué dice eso? -contesté extrañada. Entonces, el hombre soltó una carcajada que evidenciaba que estaba disfrutando confundirme. Y tranquilamente sintetizó: Álvarez no era un interlocutor válido para el EZLN porque ya no había nada que negociar. Ahí estaban los Acuerdos de San Andrés, que eran las demandas de su pueblo, que tenían más de diez años con eso y la clase política mexicana no tenía voluntad de cumplirles. El zapatista me dijo que Calderón había puesto a Álvarez en la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas para alejarlo políticamente del “centro” -de la capital mexicana- (él había sido un prominente líder de la Derecha; pero no del grupo de Calderón, según parecía) y para que “se muriera en la selva”.
Esta expresión pronunciada entre carcajadas por el zapatista me hizo dudar de si se refería a una muerte real, pues Álvarez ya era muy anciano para andar de un lado para otro en la selva, o si hablaba de una muerte en el sentido político. Así que el indígena (que me dijo de dónde era y a qué etnia pertenecía; pero este momento no lo recuerdo) se me adelantó y me dijo ya serio, palabras más, palabras menos: “Nosotros no queremos hablar con ese señor y el gobierno lo sabe; así que ellos y nosotros entretenemos al viejito“.
En ese momento me dio pena la situación política de Luis H. Álvarez, que había sido siempre un político respetable y respetado. No tenía claro si él había aceptado por convicción o por inercia política, desde el gobierno foxista, la búsqueda de un acercamiento con el EZLN. Yo quería saber más de lo que estaba pasando en Los Altos de Chiapas, pues a esas alturas de la historia, el movimiento zapatista era un tópico de rutina en la agenda periodística que ocupaba espacios cada vez más pequeños en los medios. Sin embargo, el sindicalista al que yo entrevistaría decidió recibirlo antes que a mí y luego cuando terminó de hablar con mi entrevistado, la recepcionista lo llevó de inmediato a otra oficina, por lo que sólo se despidió de lejos con la mano. Y por su expresión relajada entendí que había logrado que alguien le tendiera en ese momento la mano a su gente. El sindicalista, por cierto, fue reservado cuando le pregunté si recibía con frecuencia visitas de ése u otro representante zapatista. Recuerdo que me dijo: “Aquí viene mucha gente con muchas necesidades y si podemos ayudar, ayudamos porque todos somos mexicanos.”
DESDÉN, SIN FILIACIÓN POLÍTICA
Hoy, cuando vi las imágenes de marcha silenciosa de los zapatistas en los medios de comunicación de todo el mundo, recordé los comunicados de 1994, del llamado Comité Clandestino Revolucionario Indígena, en los que los guerrilleros se hacían llamar “los sin nombre y sin rostro”, “los sin voz en los palacios”,”los despojados de la historia“. Yo sé que aquel representante zapatista que conocí en una modesta oficina del sindicalismo independiente no se presentó ante mí con su nombre verdadero por razones de seguridad… O porque no era él, individualmente, a quien yo debía recordar por siempre; sino al pueblo indígena que representaba.
En 1994 muchos mexicanos lamentábamos haber ignorado que muchas familias de la Selva Lacandona vivían debajo de los árboles por rebelarse contra las autoridades de sus comunidades. En 2007, los hospitales construidos por el Estado en Los Altos no funcionaban y quizá la gente seguía durmiendo a la intemperie. En 2012, lo mismo en Chiapas que en otros estados del país, sigue habiendo población indígena marginada, a pesar de los programas sociales implementados por al menos tres gobiernos federales y otros tantos estatales.
Durante dos administraciones locales post-levantamiento armado zapatista, la Izquierda en el poder fue incapaz de mejorar las condiciones de vida de los grupos que un día dijeron “ya basta”. De otro modo, el PRI no hubiera podido regresar al poder, al margen de triquiñuelas electorales.
Por el contrario, las comunidades zapatistas lograron organizarse para satisfacer en la medida de lo posible, algunas de sus necesidades; aunque sus límites se encuentran en los ámbitos donde únicamente el Estado puede operar.
De repente parece que se ha olvidado que una de las primeras acciones del EZLN, en 1994, fue el secuestro del mismísimo gobernador en turno de Chiapas, lo que requería de una estrategia de tipo militar bien estructurada y coordinada.
¿Qué podría hacernos pensar que, a pesar de su demostrada vocación pacifista, los zapatistas no podrían volver a tomar las armas… o más aún, que aprovechando eso que Jaime Martínez Veloz, ex integrante de la Comisión de Concordia y Pacificación (Cocopa), llamó “desdén de las fuerzas políticas mexicanas frente a los problemas indígenas”, estuvieran en vías una rebelión nacional?
Todo puede suceder. <<>>
Lecturas Adicionales:
Una ciudad rural “sustentable” en territorio zapatista (Revista Contralínea)
Autonomía Zapatista (Documental realizado por Juan E. García)
Enlace Zapatista (Documentos y Comunicados oficiales del EZLN)