Blog de Autor para la Revista Cálamo&Alquimia® ~ Sociedad y Cultura en Idioma Español
 

La Historia como Entretenimiento

Quien no conoce su historia está condenado a repetirla

Frase atribuida por igual a George Santayana, Napoléon, Cicerón y Nicolás Avellaneda (más los que se acumulen)

A falta de creatividad y/o de las cada vez más recurrentes y millonarias disputas legales sobre derechos de autor, en años recientes, la industria del entretenimiento (cine, plataformas online y televisión, principalmente) se ha volcado a explotar los hechos históricos - desde biografías hasta crímenes polémicos, además de los tradicionales remakes de mitologías y eventos fundamentales de la historia de la humanidad.

Cualquiera puede bordar sobre lo ya conocido, siempre que no se nos quiera vender como una verdad reconstruida y transformada en mera anécdota o, peor aún, en chisme con sesgo político de repercusión contemporánea.

Y pienso en esto porque tuve la paciencia de ver dos producciones mexicanas “basadas en hechos reales” que, como cualquier chisme de programa de espectáculos, banalizan temas relevantes de la historia contemporánea y sin intentar explorar una verdad histórica, inventan situaciones que pueden o no satisfacer a las audiencias del presente; pero que también operan como catalizadores de ese fenómeno psicosocial llamado gaslightning, que tiene como objetivo negar la realidad y dar por sucedido algo que nunca ocurrió o presentar información falsa para manipular la mente de una persona o una colectividad.

La historia como entretenimiento
¡Mayito Es Inocente!

La primera producción es “¿Quién lo mató”, una serie que asegura se basa en las actas ministeriales del proceso judicial del asesinato en 1999, del conductor de televisión Francisco Stanley, disponible en la plataforma de contenidos de Amazon Prime.

Inicialmente parece estar apegada a los hechos, pero conforme avanza el presunto relato de los protagonistas, la serie, en tono maniqueísta, muy de telenovela setentera de Televisa, refuerza la versión de la televisión de aquella época sobre la maldad personal y política del difunto procurador de Justicia del entonces Distrito Federal, Samuel del Villar, para conseguirse culpables a modo del delito, entre los compañeros de trabajo del conductor asesinado.

Los productores de la serie omiten deliberadamente algunos detalles clave de las declaraciones ministeriales y la determinación judicial, que por cierto son fácilmente accesibles a través de los buscadores web, como el hecho de que los presuntos involucrados en el crimen fueron liberados, no por inocentes, sino porque la investigación se contaminó con datos falsos y robo de evidencias, que no permitían juzgar si eran o no culpables.

La serie no cumple con su oferta de decir al espectador quién mató a “Paco” Stanley; pero dibuja a un fiscal alcohólico y preocupado por ayudar a una corriente política de Izquierda tramposa y mentirosa a tomar el poder a costa de encarcelar a drogadictos (de ocasión, eso sí), inocentes de cualquier vínculo con las mafias transnacionales.

Vale acotar aquí que la serie se estrenó convenientemente durante la campaña electoral mexicana de 2024, marcada por una guerra sucia de las corrientes políticas derechistas con nexos probados, desde antes del asesinato de Stanley, con el crimen organizado.

La Anécdota del Ladrón Bueno
La historia como entretenimiento

La segunda producción mexicana de gaslightning que me zampé por malformación profesional fue Museo (2018), película dirigida por Alonso Ruizpalacios y protagonizada por Gael García Bernal y Leonardo Ortizgris.

Dejando de lado las excelentes e indiscutibles actuaciones de los actores, la película es en esencia, el boletín oficial dramatizado del robo de 140 piezas del Museo Nacional de Antropología de México durante la Nochebuena de 1985. Dicen los críticos cinematográficos que es una versión libre del incidente; pero es una historia inverosímil para quienes fuimos testigos mudos del desarrollo de los acontecimientos y de la investigación en medio del drama humano que vivía la ciudad de México en ese año del peor terremoto de nuestra historia y la debacle sociopolítica que salió a flote.

Desde luego, el filme omite el contexto de descrédito en que cayó entonces el gobierno de Miguel de la Madrid y todo lo que estuviera relacionado con su desempeño. Simplemente es la anécdota del ladrón adolescente que se arrepiente de sus travesuras y restablece el orden. Total: En la vida real, las piezas de Pakal El Grande, señor de Palenque, se recuperaron  (¿?) y se siguen exhibiendo en el museo.

La reconstrucción de la historia como entretenimiento gasea a quienes tienen mala memoria o, mejor aún, a las generaciones jóvenes y a las venideras, para quedarse con una versión romántica de un saqueo que no puede asegurarse se haya resuelto efectivamente. Después de cuatro años de investigaciones, algunas fuentes aseguran que sólo se recuperaron 111 piezas de las 140 robadas; pero que las autoridades mexicanas sólo boletinaron a través de la Interpol, 124 piezas. Y a pesar de haber más de 500 sospechosos del hurto, únicamente una vedette llamada Princesa Yamal y un "nini sateluco" (sic), pasante de la carrera de Veterinaria, de nombre Carlos Perches, fueron sentenciados.

La Princesa Yamal estuvo presa dos años y medio por presunta colaboración con los ladrones que — según el testimonio de la actriz — se relacionaron casualmente con un narcotraficante acapulqueño que era amante de la vedette y ayudó a los ladrones a colocar en el mercado algunas de las piezas robadas, de las que se dice tenían un valor de casi un billón de dólares.

En la trama de los reportes periodísticos de la época, sí hubo coleccionistas de arte detenidos, un ladrón que cambió las piezas arqueológicas por cocaína y fue asesinado al salir de la cárcel, antes de concluir su sentencia; un cómplice que desapareció silenciosamente con más de una decena de piezas y un soplón abatido por la policía.

Bordemos Fantasías

Es difícil establecer si las producciones audiovisuales como las mencionadas son producto de un bajo nivel creativo o tienen un fin sociopolítico muy preciso. Aunque se preguntara a los productores y directores, ellos no aceptarían trabajar con sesgos. Nadie lo hace, punto. Sin embargo, la medianía de las obras, cuando la realidad ha sido mucho más rica, con entramados extremadamente complejos y, auténticamente, rodeada de misterios sin resolver, nos revela una industria del entretenimiento enfocada exclusivamente en el morbo de los hechos históricos, que suprime la creación cultural como testimonio de una sociedad y una época, y en cambio, destruye la historia para reconstruirla como un simple suceso circunstancial, irrelevante, inocuo. 🧚

 

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