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Dios Mío, Hazme Rubia Por Favor

No es un asunto menor que Josefina Vázquez Mota, la única mujer aspirante a la presidencia de la República -quien milita en el gobernante partido de la Derecha,  Acción Nacional- recién haya iniciado una transformación de su imagen física, de cara a la elección del próximo mes de julio 2012, con cirugías plásticas y cremas blanqueadoras de la piel de por medio, sin faltar el nada discreto color rubio cobrizo en el cabello, favorito de las damas de la alta sociedad mexicana, desde hace varias décadas, porque, dicen, las hace verse menos morenas (¿?).

Josefina Vázquez Mota

Josefina quiere ser la primera presidenta de México; pero también se esfuerza por dejar atrás su apariencia mestiza, la piel morena con matices amarillos característica de la gente del pueblo, el cabello oscuro y los pómulos redondos: su mexicanidad; para, como decían en la época colonial, pasar por blanca e insertarse con ese nuevo aspecto en el entorno de los líderes internacionales de la era global.

Definitivamente, Josefina no tiene el discreto sex appeal de Cristina Fernández hoy viuda de Kirchner; pero tampoco el carisma natural de Dilma Rousseff. No es una mujer de oratoria y antes de ser funcionaria pública era medianamente conocida por su libro de superación personal titulado "Dios mío, hazme viuda por favor".

Se nota que Vázquez Mota aprendió en su juventud las artes del arreglo personal en las empresas de cosméticos para la clase media en las que alguna vez laboró. Nada espectacular; pero así era ella y las huestes del Partido Acción Nacional (PAN) la acogieron sin remilgos. ¿Por qué, entonces, ahora quiere negar su esencia mestiza y las raíces indígenas de sus antepasados, para gobernar a más de cien millones de mexicanos con los que comparte su genética? ¿Por qué Josefina Vázquez Mota busca distanciarse étnicamente del pueblo al que aspira gobernar?

Al margen de su trayectoria profesional y su desempeño como funcionaria pública; olvidándonos de los momentos más desafortunados de su campaña electoral, como su entusiasta lapsus linguae de "¡vamos a fortalecer el lavado de dinero!" o el desconcertante "mi Agus ¡vamos a ganar y luego ¿qué vamos a hacer?!", la Opinión Pública, sobre todo en las redes sociales, ha comenzado a cuestionar la transformación física de Josefina Vázquez Mota en su significado político más elemental: ¿A quién gobierna una persona que no se siente cómoda con identidad étnica y su apariencia, y se esfuerza en parecer lo que no es?

En el inconsciente colectivo de los mexicanos, las personas de piel blanca y cabello rubio son güerosgringos,  término que originalmente designaba a los soldados estadounidenses que invadieron el país de 1846 a 1848; pero que en el habla popular, desde entonces, también se extiende a cualquier extranjero blanco, rico y poderoso.

Josefina Vázquez Mota

Así, querer ser güero (o güera) tiene una connotación aspiracional en la lucha de clases nacional, transmutada en racismo, que se refiere al mismo tiempo al intento por integrarse a los grupos sociales poderosos y al rechazo a los orígenes étnicos de las clases trabajadoras, compuestas historicamente por indígenas, afro-mexicanos y mestizos. Y es dentro de este marco conceptual que el cambio de imagen de Vázquez Mota resulta chocante para un amplio sector de la población. No sólo por lo que simboliza en términos psicosociales, sino porque perfila a una mujer que no se acepta a sí misma frente al espejo.

Parece que los asesores de imagen de Vázquez Mota buscan la complacencia de aquellos a quienes la candidata presidencial pretende igualarse en el Poder: los güeros, los gringos ricos y poderosos. Por lo menos, ésa es la señal política que envía al electorado y que podría ser factor de derrota en las urnas, en una época en la que las promesas no bastan para convencer a los votantes. 👣

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