cálamo & alquimia® | @silviameave
* Esta crónica participó sin pena ni gloria en el concurso “Bésame Mucho” del Gobierno de la Ciudad de México para la promoción turística de la capital mexicana.
Ven. La Ciudad de México, una ciudad con ángel, quiere tenerte muy cerca. Recórrela, con mapa místico en mano, de norte a sur y de oriente a poniente, siempre de ida y vuelta, que cada rincón de ese corazón de casi mil quinientos kilómetros cuadrados, el cual no ha dejado de palpitar desde hace 683 años, cuando se fundó México-Tenochtitlan, está más vivo que nunca.
No tengas miedo de perderte en la megalópolis de Latinoamérica. Aquí confluyen todos los tiempos de la historia y todas las identidades del mestizaje cultural. La seducción de la vida diurna y nocturna que nunca cesa, se viste de rosa mexicano y transita con cadencia aristocrática sobre el oscuro asfalto del moderno Paseo de la Reforma.
La aventura en esta ciudad se puede empezar por donde se quiera. Aquí no hay principio ni fin; pero los amorosos chamanes de la urbe aconsejan: mírate siempre en los ojos de su ángel guardián, pues serás testigo, mientras haces camino, de la magia en la transmutación de un águila parada en un nopal en la victoria alada que se yergue orgullosa para dominar todo lo que la Ciudad de México simboliza y es.
Su nombre es una premonición. La Ciudad de México (“en el ombligo de la luna”) está predestinada a ser la capital del mundo por su situación geográfica estratégica y privilegiada, enclavada en una cumbre. ¿Vas o vienes? No importa. Todos aquellos cuya alma besa el ángel de la ciudad la viven intensamente y regresan una y otra vez.
La ruta tradicional para enamorarse de la Ciudad de México inicia en el Zócalo, al pie del asta bandera y únicamente bastan un par de zapatos cómodos y una mochila al hombro para adentrarse en esa suerte de cajas del tiempo que son las ruinas prehispánicas del Templo Mayor y los edificios coloniales de los alrededores gravitando aún sobre lo que un día fue un grandioso lago.
¿Quién se resiste al rito de comprar antes de emprender la marcha en el laberinto citadino, un churro relleno de cajeta preparado al calor del momento en un carrito?… Detente y observa a los danzantes aztecas que no permiten que la tradición se extinga. Luego, tal vez no te resistas a una limpia de tu cuerpo etéreo con pirul y copal.
Con un poco de suerte, una vez al año, verás alebrijes gigantes paseándose por las calles y un gran camposanto de zompantli y flores amarillas que, a pesar de todo, nunca rivalizan con todos los templos y museos que hay que ver para aprender.
¡Ay, las cantinas del Centro Histórico!… Que nadie diga que estuvo en la Ciudad de México si no entró a una cantina de puertas abatibles a pagar un caballito de tequila para comer con abundancia y en tres o cuatro tiempos lo que sin pretensiones se llama “botana”. Después hay que meterse a las librerías de viejo, las joyerías, las casas de vestidos de quinceañera y todas esas tiendas de lo insólito que hablan de una forma de vida que pervive más allá del proceso de transculturización citadina que se da apenas avanzando unas calles en dirección a donde se oculta el sol, para hacer a este pedazo de tierra un verdadero sueño cosmopolita.
Ven. La ruta del Ángel de la Independencia simplemente es chic. Olvídate por unos minutos de la Casa de los Azulejos, el Palacio Postal o el idílico Palacio de las Bellas Artes y La Alameda porque son postales obligadas. A Garibaldi regresarás hasta que aparezcan los mariachis y las ganas de hacer la fiesta larga. Por ahora abre tus ojos en busca de ese ángel que tiene la Ciudad de México en un espacio urbano vanguardista, con infraestructura de primer orden, muy propicio para quienes desean hacer negocios globales.
Toma un despacho en un edificio inteligente y emprende la conquista de los mercados internacionales con la mejor vista al mar de oportunidades que ofrece la Ciudad de México, acortando distancias entre cinco continentes. Date una vuelta por el centro corporativo y financiero de Santa Fe y organiza tus congresos, convenciones, exposiciones y foros de nivel internacional en los hoteles más lujosos de la zona de Polanco o en casonas de abolengo porfiriano que dan a los eventos un encanto que sólo da una ciudad con ángel.
Luego vuelve tus pasos hacia la Avenida de los Insurgentes, la más larga del mundo, con sus 28.8 kilómetros de longitud que unen el norte y el sur de la Ciudad de México en un tramo de contrastes que originalmente quiso conmemorar el primer centenario de la lucha de Independencia y ahora se recorre alegre en autobuses rápidos y limpios. Conoce el edificio del World Trade Center o entra a cualquier restaurante de la zona. Seguro te quedarás con un buen sabor de boca.
Ahora que si quieres vivir la experiencia del turista consentido en una gran capital, aborda el turibús rojo y acomódate en un asiento en el segundo piso para hacer la ronda por algunos de los puntos culturales más importantes de la urbe, como el Monumento a la Revolución, el Museo de Arte Moderno, el Museo Rufino Tamayo, el Museo de Antropología e Historia o el Museo de Historia Natural.
Pasea en las habitaciones del castillo de Chapultepec, vestigio de un imperio que jamás fue, y baja corriendo hasta el zoológico para maravillarte con los estoicos animales una vez más.
Ven. Concédete un tiempo para visitar las decenas de tiendas y mercados de plata y artesanías mexicanas que hay a lo largo y ancho de toda la ciudad. Opta por lo tradicional, como los mercados de La Ciudadela, San Juan, Buenavista, San Angel, Coyoacán o Xochimilco, o visita las boutiques de artesanías de la zona rosa.
Acércate audaz a esta ciudad con ángel, que una mención aparte merece el mercado “Sonora”, conocido como el mercado de los brujos, que sitúa a sus visitantes en ese lado enigmático y esotérico que acompaña a la gran urbe desde su nacimiento.
De ahí, sin duda, te dirigirás a Cuicuilco, donde se encuentra la pirámide prehispánica más antigua del continente americano, la cual es constantemente visitada como centro ceremonial de quienes mantienen vivas algunas prácticas religiosas de los aztecas que fundaron la ciudad.
Muchos, en cambio, esperarán la semana santa para presenciar uno de los eventos populares más conocidos de la Ciudad de México, la representación de la pasión de Jesús de Nazaret en el Cerro de la Estrella de Iztapalapa: otra forma de concebir la fe y la cultura dentro de una misma urbe.
Pero si eres de los que buscan la chinampa en un lago escondido, se vale explorar la ruta de Xochimilco y Tláhuac, con sus plácidos lagos, su ambiente rural y esa comida de infinitos sabores y olores sin igual.
Ven y disfruta de una ciudad con ángel que no duerme de noche, que baila son, danzón y rock, que reinventa el technodance y organiza los mejores conciertos masivos de Latinoamérica.
Si aún no te has cansado del trajinar por la ciudad, acude a un buen espectáculo de teatro o danza… visita una galería de arte o refúgiate en la biblioteca nacional, a un costado del espacio escultórico de Ciudad Universitaria en el sur de esta capital.
Ven, para que sepas que no has llegado tan lejos como crees: Visita el Centro Nacional de las Artes y tírate a descansar en sus jardines mientras un anónimo estudiante de teatro recita poemas para nadie.
Y qué decir del Teatro de la Ciudad: deberás entrar porque entre sus paredes todavía se oye la última zarzuela de María Conesa.
La colonia Condesa, de encanto retro, está de moda para socializar; pero quizá prefieres un paseo diferente: Súbete al metro y descubre las actividades culturales (exposiciones, ferias, sesiones de lectura y performances) que viven en el subterráneo. Ya en ese nivel, habrá quienes se animen a ir al tianguis del Chopo para acercarse a la cultura marginal de las tribus urbanas que desde hace décadas han hecho de los alrededores del antiguo museo universitario del Chopo su territorio libre.
Y si bien cuenta la leyenda netamente urbana que la Ciudad de México es futbolera y muchos visitantes de todo el mundo viajan en el tren ligero sólo para contemplar de frente al imponente Estadio Azteca, una tarde de sábado en la Arena México para ver la lucha libre puede convertirse en una divertida aventura citadina.
Ven a esta ciudad con ángel, cuyos habitantes tienen la habilidad de reinventarla cada día incluso en los momentos más difíciles y siempre tienen una sonrisa para los que vienen de fuera. No hay ciudad más cordial en el mundo que la de México, a pesar de que, por momentos, puede parecer caótica y sus personajes como salidos de una obra de teatro del absurdo, como aquel tragafuego que enfundado en un disfraz de peluche verde hacía malabares en la escalinata de la columna del Ángel todos los veranos.
Tienes que ver para creer: En la Ciudad de México, los funerales pueden convertirse en un día de campo con comida, tequila y un mariachi… o por lo menos una grabadora.
Llena tus ojos de las múltiples ciudades que cohabitan en el espacio designado para una metrópoli que cada quien nombra a su estilo, según lo que representa para sí mismo: México, Distrito Federal, de-efe, capital, capirucha y hasta chilangolandia, por decir algo. Los nacidos aquí se reconocen sólo como capitalinos y aman el lado snob, pero no por ello menos atractivo, de la ciudad como los neoyorkinos hacen lo propio en Manhattan; pero hay otros, los chilangos, cuyos padres o casi siempre ellos mismos, llegaron a la Ciudad de México con sus sueños, proyectos y esperanzas, para avecindarse en la capital mexicana y darle una nueva fisonomía cultural en la que la diversidad y el sincretismo permean cada fragmento de la megalópolis. Y por ahí andan los chilangos con raíces oaxaqueñas que hacen buena fama con sus queserías y los de origen poblano que se dedican a las artesanías de cerámica en versión libre capitalina, con gran éxito. No se debe dejar de mencionar a los chilangos del barrio chino, que inclusive celebran el año nuevo del país asiático con una vistosa verbena popular que ya es parte de las tradiciones de la Ciudad de México, como la peregrinación en bicicleta de los fieles de la Virgen de Guadalupe cada 12 de diciembre.
La Ciudad de México quiere tenerte muy cerca y aunque tal vez mañana ya estés muy lejos de aquí, quiere conservar un recuerdo de tu presencia en el collage de remembranzas de su historia, como sucedió con Allison Chandler de Maryland, Estados Unidos, que dejó constancia en su blog personal que la reciente Conferencia Internacional sobre Sida celebrada en la esta gran ciudad con ángel tuvo tanta “vibra positiva y alegría” como nunca las experimentó en ningún congreso académico en los que ha participado en otros lugares del mundo… o Werner, ese viajero europeo que quedó profundamente impresionado con el espectáculo teatral de la leyenda de “La Llorona” que se ofrece dentro de los canales lacustres de Xochimilco durante ciertas noches del año.
Ven. Hagamos una versión libérrima, netamente defeña, de “Las Alas del Deseo” de Wenders, en la cual la capital mexicana bien podría reflejarse como un símbolo urbano del siglo XXI donde las pasiones citadinas se subliman en el Ángel de la Independencia, evidentemente femenino, que seduce, enamora y besa a quienes tienen la fortuna de contemplarlo de cerca y por sus cuatro costados en la majestuosa glorieta donde posa su pie delicado a 35 metros de altura.
Ven e inventa tu propia historia de amor o de gloria. Un ángel da identidad a la gran Ciudad de México; pero también al espíritu de sus habitantes, a la vez que atrapa a todo aquel que escucha por primera vez su canto invisible.
Ven y no olvides que, a punto de cumplir un siglo de amparar desde su pedestal los anhelos de triunfo de miles de mexicanos, que lo mismo festejan un gol de la selección nacional de fútbol, que se congregan en torno a su figura en la reafirmación de su libertad de expresión o tan sólo se detienen para tomarse una foto de boda, el Ángel imaginado por Antonio Rivas Mercado es el sueño sin tiempo de una perpetua y dorada actualidad.
Ven y déjate cautivar por la reminiscencia porfiriana que está implícita en la elección de los capitalinos para hacer de la Victoria Alada de la Independencia el ángel la Ciudad de México, pues hubo un día en que la vida de la capital mexicana vigente durante el Porfiriato era la representación más acabada de la modernidad, y luego su añoranza de casi medio siglo denotaba un inventario de tiempos mejores. Al paso del tiempo, el ángel de la Ciudad de México muestra su rostro eterno, siempre moderno, siempre en busca del futuro, siempre en busca de gente con ángel, como tú.
Ven y enamórate de la Ciudad de México. <<>>