cálamo & alquimia® | @silviameave
Hablando en mexicano: ¡Aguas!… ¿Sabes quién es el tercero en tu línea telefónica? Más que una leyenda urbana, las escuchas ilegales de las líneas de teléfono en México son una costumbre añeja a la que casi nadie presta atención, salvo cuando algún funcionario público, empresario o periodista descubre que es espiado y se queja en voz alta, lo cual deviene en condena pública, si bien después del incidente todo vuelve a la normalidad, sin que nadie sea sancionado, como se establece en la ley.
Me quedó claro así que los reporteros eramos más propensos a ser objeto de espionaje telefónico o vigilancia por parte de cualquiera y por lo tanto, el chismorreo, los rumores y la información detallada en conversaciones banales estaban (están) proscritos de los hábitos cotidianos de un periodista, incluso para evitar el robo de exclusivas de ocho columnas, como se decía a las super-noticias cuando los periódicos se publicaban en gran formato.
Y tal vez por eso hoy me fastidió de sobremanera que mientras hablaba con alguien que se tomó el tiempo de llamarme desde una línea Telmex, empezaron a oírse ruidos extraños que casi destrozaron mi tímpano. Alejé un poco el auricular y esperé unos segundos porque de pronto dejé de escuchar a la persona que estaba del otro lado aunque la línea seguía abierta y se percibía una respiración que yo estaba segura, no era la de mi interlocutora. A los pocos segundos, el tu-tu-tu-tu de la llamada interrumpida siguió al ruido de alguien que azota el auricular para colgar.
Quise devolver inmediatamente la llamada a la persona con la que había estado hablando; pero me contestó una grabación que decía que la línea estaba ocupada y que dejara mi mensaje en un buzón que sé muy bien que mi interlocutora no usa, o que pulsara una tecla para que el sistema me comunicarra cuando la línea estuviera libre.
Lo que hice fue llamar al móvil de la persona con la que estaba hablando y lo que me contó es una historia que, creo, sólo podría ocurrir en México: Ella estaba charlando conmigo, cuando empezó a oir dos voces masculinas en una conversación de tipo personal, o al menos eso le pareció a mi interlocutora. Creyó que se habían cruzado las líneas; pero algo le dio pauta para sospechar que se estaban metiendo en nuestra conversación y les pidió que colgaran porque ella había hecho originalmente la llamada.
Uno de los hombres en la línea le contestó a la persona con la que yo había estado hablando que quien debía colgar era ella porque él necesitaba la línea. Mi interlocutora colgó creyendo que podría volver a marcar mi número; empero, ¡oh, sorpresa! los hombres seguían hablando y el que estaba dentro de la línea de ella le ordenó: “Cuelgue, que necesito su línea otros diez minutos”.
Mi interlocutora le preguntó quién era y él dijo que era empleado de Teléfonos de México. El hombre con el que estaba conversando interrumpió: “Cámbiate a” y -según mi contacto- dijo una clave incomprensible. Los hombres colgaron; pero el número de la persona con la que yo había estado hablando quedó muerto por unos pocos minutos.
Le sugerí a mi interlocutora que llamara a Telmex para quejarse del incidente. Quizá los entrometidos si eran empleados de la compañía telefónica o quizá no. “¿Para qué? Me van a decir que van a castigar a los tipos y aquí no pasó nada”, comentó mi contacto. Argumenté que se había cometido una violación a su (nuestra) privacidad y que la intervención de comunicaciones privadas viola el artículo 16 de la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos.
“El lunes levanto la queja”, me dijo y entendí que -como decimos los mexicanos- me dio el avión y no hará nada, porque no pasó nada, según ella: “Tal vez el teléfono de ellos realmente estaba descompuesto”. <<>>