“Si quieren debate, véanlo por Televisa, si no, vean el fútbol por Azteca”, tuiteó el pasado 30 de Abril 2012 el empresario Ricardo Salinas, actual concesionario de la televisora privatizada en 1993 por el presidente mexicano del mismo apellido.
Ricardo Salinas se refería en su cuenta de Twitter a un partido de fútbol que fue programado de último minuto a la misma hora que el debate político entre candidatos a la presidencia de la república, que se planeó desde hace varias semanas con el auspicio del Instituto Federal Electoral (IFE) y que será transmitido el próximo 6 de Mayo 2012 en televisión abierta.
El debate político se verá en dos canales culturales del Estado y tal vez en uno o dos de la televisión privada, que no son los de mayor audiencia. En cambio, el partido de fútbol se transmitirá en un canal que se capta en todo el territorio nacional e incluso en los Estados Unidos y parte de Centroamérica.
Esto hace prever a más de uno que el partido de fútbol, en domingo y en canal y horario estelares, robaría audiencia al debate político, en particular el segmento apolítico, poco educado e indeciso de la población que quizá podría decidir el resultado de la elección presidencial que se llevará a cabo el 1 de Julio 2012.
Analistas políticos y activistas cívicos coinciden en señalar que la transmisión paralela de un partido de fútbol y del debate de los candidatos presidenciales tiene el propósito deliberado de desviar la atención de los televidentes de lo que habrá de ser la primera presentación pública en televisión abierta, de los aspirantes a la primera magistratura.
Muy cierto; pero… ¿de verdad la transmisión de un partido de fútbol a la misma hora que el debate de los candidatos presidenciales puede afectar el desarrollo del proceso electoral? Yo lo dudo porque esos mismos electores potenciales que se sentarían o se sentarán a ver el partido en lugar de escuchar las propuestas de los presidenciables de seguro apagarían – o apagarán- la televisión si la Secretaría de Gobernación opta por hacer valer el artículo 62 de la Ley de Radio y Televisión que establece que todas las estaciones están obligadas a “encadenarse” para transmisiones trascendentes para la nación.
No me interesa aquí analizar las repercusiones del tan llevado y traído debate de los candidatos presidenciales en el proceso de la jornada electoral, sino reafirmar que la intención es lo que cuenta y que el desafío del empresario Ricardo Salinas Pliego a la de por sí cuestionada autoridad moral del Instituto Federal Electoral (IFE) y a las reglas no escritas de la política mexicana tiene jiribilla, como decían los viejos periodistas.
Salinas Pliego pretende jugar al gran elector, y los periodistas tendremos que indagar quién o quiénes le hacen fantasear con que puede influir en la elección presidencial o quién está patrocinando tan patético reality show, muy al estilo de los que TV Azteca está acostumbrada a producir.
Al cierre de edición, el IFE se había negado a pedir a la Secretaría de Gobernación la cadena nacional del debate, con lo que los consejeros electorales dieron al organismo un balazo en el pie, no obstante que todavía quedaría la prerrogativa política de los estadistas: La Constitución señala claramente que el Estado es el dueño del espacio por el que se transmiten las señales de radio, televisión, telegráfos, internet y en el que vuelan pájaros, aviones, helicópteros y hasta los ovnis; y los programadores de los canales de televisión, como Salinas Pliego, son únicamente permisionarios que deben someterse a las reglas del Estado.
El debate de los candidatos presidenciales no se anticipa relevante. Tres de cuatro no tienen discurso ni plataforma articulados; pero si el régimen de Felipe Calderón se doblega al juego de las venciditas tuiteras del retador azteca, los grandes perdedores en el largo plazo, irónicamente, serán él mismo, el PAN y su candidata Josefina Vázquez Mota. <<>>
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