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Mami: Cómprame Diabetes

A cuadro, en close-up, una mujer entrada en años y carnes, con el cabello cano teñido de un raro color amarillo chillante, reclama la insensibilidad del gobierno de Andrés Manuel López Obrador que, dice siguiendo el guión de una leyenda urbana que corre en redes sociales, pretende imponer una ley en México, para prohibir la venta de comida chatarra en las llamadas misceláneas (tendajones, tiendas de abarrotes o tienditas de la esquina).

La comerciante parece no saber que las leyes se elaboran en los Congresos (de la Unión y estatales) y que, hasta donde se tiene conocimiento, el presidente de la República no ha presentado ninguna iniciativa semejante a la de Oaxaca. Sin embargo, la rabia y la indignación de la señora que tiene como forma de vida su humilde tendajón instalado en un local comercial de barrio donde, aparentemente, también pernocta, podría contagiar a cualquier televidente con corazón de pollo.

¿Qué van a vender las tienditas de la esquina, por lo general negocios de magra subsistencia familiar, si el gobierno de López Obrador impide la venta de botanas saladas, pastelitos, refrescos, dulces, cigarros, chicles y todo tipo de chatarra?, cuestiona en off el reportero que ha puesto a la mujer al tanto de lo que, según su vena infodémica, va a suceder si entra en vigor la prohibición gubernamental.

La señora no acaba de asimilar la pregunta del reportero — quien, por cierto, no respeta la sana distancia pandémica y golpea suavemente con un micrófono que quién sabe cuándo fue la última vez que se esterilizó, sus labios que un tapabocas desechable sucio y enroscado en el mentón, no alcanza a cubrir —. Empero, mueve la cabeza varias veces, como si asintiera, y finalmente expresa contundente: “El gobierno quiere matar a los pequeños negocios, nos quiere matar; primero nos hizo cerrar las tiendas con esto del virus, que nadie sabe si es cierto o no y ahora la prohibición. No entiendo de qué vamos a vivir; no entiendo, si se va a legalizar la mariguana, por qué quieren prohibir el consumo de dulces; no se vale... Y de pilón, nos quieren quitar el derecho y la libertad de darles la comida que nosotros queremos para nuestros hijos.”

Huele a Pan, Sabe a Pan... Pero ¡No es Pan!

El pasado 5 de Agosto 2020, el Congreso del estado de Oaxaca aprobó una reforma a la Ley local sobre Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes (sic), que prohibe la venta, regalo y suministro a menores de edad de bebidas azucaradas y alimentos industrializados “de alto contenido calórico.”

La ley menciona que quedan exentos de las prohibiciones las madres, padres y tutores legales, en quienes queda la responsabilidad del consumo de esos productos por los menores de edad.

Dado que tanto las autoridades federales como organismos internacionales externaron su beneplácito por la medida, el representante de ese mismo estado de Oaxaca en el Senado de la República,  Salomón Jara Cruz, presentó varias iniciativas para que la prohibición de venta directa a menores de edad, de la coloquialmente llamada comida chatarra, tenga carácter nacional, y que se incrementen los impuestos a ese tipo de alimentos, no sólo para desincentivar su compra, sino para que lo recaudado se invierta en programas públicos destinados a la atención de enfermedades relacionadas con la obesidad y la mala nutrición.

Los argumentos del senador Jara Cruz para federalizar la prohibición de venta directa de comida chatarra a niños y niñas están respaldados por cifras alarmantes sobre la precariedad de la salud de los mexicanos: En el país hay 93 millones de personas, entre niños y adultos, con diversos grados obesidad y comorbilidades asociadas a ésta. Más aún, la pandemia causada por el virus SARS-CoV2 puso al descubierto la extrema vulnerabilidad de la población mexicana, debida a una deficiente alimentación basada en alimentos denominados como ultraprocesados, o sea, químicos que se ven y saben como si fueran ingredientes naturales; pero que en realidad no lo son y que contienen aditivos inhibidores de la saciedad a nivel cerebral, con el propósito de crear adicción y consumo recurrente.

El lado más siniestro de los productos ultraprocesados es que no son absorbidos y/o eliminados del organismo humano como cualquier alimento natural, sino que se convierten en acumulaciones tóxicas que deterioran a los distintos órganos y en un plazo que puede o no ser determinado (corto o largo), derivan en enfermedades crónico-degenerativas y la muerte prematura.

Recientemente, antropólogos europeos descubrieron que la flora intestinal y las llamadas bacterias buenas que habitaban el organismo humano prehistórico, se han reducido o incluso están en peligro de extinción en perjuicio de la salud de las personas y del medio ambiente (como un sinnúmero de seres vivos del planeta Tierra) a causa del consumo de productos ultraprocesados. Literalmente: Comemos y cagamos tóxicos. Ergo, de continuar así, estamos condenando a las generaciones futuras a su desaparición como especie, no en un apocalipsis zombi, sino en una ola cíclica de pandemias ante las que nuestros organismos no tendrán defensas.

La Improbabilidad de la Manzana Envenenada

Si la madrastra de Blanca Nieves hubiese vivido en nuestra época, no habría podido hacer que la princesita comiera una manzana. Tendría que haberla envenenado con un paquete de esponjosos pastelitos con imitación de mermelada que sabe a manzana, pero no lo es, y un refresco rojo con sabor a jarabe para la tos.

A la fecha, por lo menos ocho naciones (Canadá, Francia, Chile, Irlanda, Noruega, Taiwan, Reino Unido y México) tienen disposiciones que limitan el acceso de menores de edad a publicidad y regalos promocionales de comida y bebida ultraprocesadas.

Sin embargo, la posibilidad de que el Estado mexicano impida legalmente que los niños tengan acceso directo a la llamada comida chatarra en horario escolar o como sustituto alimenticio, encendió las alarmas de los líderes de negocios en los mega corporativos multinacionales de la industria, que han reforzado en los últimos meses sus campañas publicitarias de televisión en horarios familiares, además de que han emprendido una campaña negra de cabildeo y desinformación en medios de comunicación y redes sociales, mientras la autoridad sanitaria ha dedicado decenas de horas a explicar que el alto número de decesos de personas en edad productiva a causa del Covid19 en México es la factura que están cobrando las dietas a base de comida chatarra de la población que ronda los 45 años de edad.

Hay un componente perverso en las políticas operativas de los corporativos de la industria de los productos ultraprocesados y sus aliados: Saben que los niños de hoy que consuman sus mercancías, tendrán enfermedades y muerte prematura, porque los niños de ayer que les ayudaron a construir sus imperios billonarios están muriendo tempranamente a causa del consumo adictivo de sus deliciosos productos. No obstante, sus ejecutivos no expresan la mínima voluntad empresarial de rectificar las fórmulas de la mercancía que elaboran o de reconvertir la industria en favor de la salud colectiva del presente y del futuro. ¿El costo sobrepasaría el monto de sus utilidades? ¡Naaah!

En cambio, hacen creer a quienes viven de las ventas diarias de comida chatarra (por lo general comerciantes pobres con poca educación) que no hay mejores opciones para obtener un ingreso; que el gobierno quiere destruir sus negocios y, sobre todo, que es un atentado a la libertad de los ciudadanos impedir que sus hijos inocentemente sigan rogando a la salida de la escuela: “Mami, cómprame diabetes (hipertensión, obesidad, disfunción renal, cáncer, etcétera...).” 👣

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