MÉXICO.- Alguien sin mucho que hacer inventó el Día del Comunicólogo, de cuyo origen no tengo la menor idea; si es sólo una conmemoración local en México o cuál es su objetivo: Simplemente no hay información fidedigna al respecto, aunque el tema fue tendencia en Twitter este 12 de Mayo 2017.
La efeméride me resultó intrascendente hasta que leí una nota del diario UnoMásUno que pretende reivindicar lo que — según el anónimo autor — es una profesión incomprendida y vilipendiada.
Independientemente de que la nota sea un trabajo periodístico pobre, a pesar de la veta que tiene el tema, e ignorando que todo apunta a que el autor del texto NO estudió Ciencias de la Comunicación, porque centra la idea del desarrollo profesional del “comunicólogo” en la publicidad, me di cuenta de que si un presunto “periodista” mexicano (mal redactor) no tuvo a bien hurgar en lo que implica la labor de los científicos de la comunicación, entonces la base de la democracia participativa en el país (profesionales de la comunicación) está en un pozo profundo y sus integrantes (comunicólogos y comunicadores, todos juntos) no podrán contribuir a que México salga del proceso de descomposición que vive como nación independiente.
LA COMUNICACIÓN SIEMPRE ES POLÍTICA
Desde luego, aunque en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde se fundó la carrera de Ciencias de la Comunicación hace poco más de 40 años, hay una convergencia natural entre la base teórica de la comunicación social, la ciencia política y el periodismo, hay instituciones educativas que marcan una clara división entre la “comunicología” (término cacofónico, pero funcional), el periodismo, la publicidad, la mercadotecnia o marketing, los estudios sobre Opinión Pública, la comunicación organizacional y la comunicación política, e incluso el arte como estructura de comunicación colectiva, por citar algunas ramas de estudio y aplicación de las Ciencias de la Comunicación.
Sin embargo, no por el hecho de que se promueva la especialización profesional, quienes estudiamos la carrera podemos dejar de lado la esencia de la ciencia comunicacional en la construcción de identidades sociales, nacionales e incluso transnacionales, como ocurre actualmente en Norteamérica.
Entre chanzas tuiteras y notas informativas de felicitación entre “colegas”, yo me tomé un tiempo para hacer un rápido, pero no superficial, análisis de contenido de los procesos de comunicación de los presuntos profesionales (no me consta que todos los que estaban en Twitter promocionándose como comunicólogos lo sean) que saturan la red sociopolítica por excelencia de la Internet.
Establecí de manera inevitable las diferencias de conceptualización de las profesiones vinculadas a la Comunicación Social, que hay entre los festivos comunicólogos mexicanos y sus (mis, nuestros) cofrades estadounidenses, doctos en la ciencia de comerle el coco al mundo, como diría un puntilloso periodista español.
Según datos de la UNAM, en el ciclo 2015-2016, hubo poco más de nueve mil aspirantes a ingresar a la carrera de Ciencias de la Comunicación, pero sólo el 20 por ciento, poco menos de dos mil jóvenes, tuvo acceso a la licenciatura; y de ese universo, según estimaciones de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social del gobierno federal mexicano, apenas el 10 o 15 por ciento de quienes sí concluyan la carrera, encontrarán un puesto de trabajo relacionado con la Comunicación Social.
La Internet ha venido a darle un respiro a quienes estudiaron Ciencias de la Comunicación en México y no les resultaba fácil encontrar un lugar en los grandes medios o en agencias de publicidad, refugios tradicionales y, a veces, aspiracionales de quienes, por lo general, huyen de las matemáticas.
Los blogueros y vlogueros abundan entre estudiantes y egresados mexicanos de la carrera de Ciencias de la Comunicación, aunque su labor, a veces arriesgada y otras insulsa, no siempre cumple con su función, desde el punto de vista comunicológico.
Algunos más apocados se han convertido en trolls y administradores de legiones en las llamadas redes sociales: el equivalente online a los acarreados y porros de la vida política mexicana postrevolucionaria.
Sólo unos cuantos comunicólogos reconocidos por su capacidad profesional han escalado posiciones en la vida política o empresarial de México, en contraste con lo que ocurre en los Estados Unidos, ese socio económico y rival político que ejerce diariamente su poder imperialista a través de una sofisticada estrategia de comunicación social que permea todas las actividades de la vida nacional mexicana.
DESAGREGACIÓN SOCIAL SIN MENSAJE PÓSTUMO
Y pienso en este momento en cómo los estrategas estadounidenses de la comunicación social articulan su trabajo desde diferentes trincheras, para implantar nuevas formas de pensar en los mexicanos, lo mismo mediante películas culturalmente incluyentes (Coco, Dir. Lee Unkrich, 2017) o vía mensajes subliminales mucho más elaborados que forman parte del repertorio discursivo de los llamados líderes de opinión prefabricados, hoy rídiculamente denominados influencers o en el mejor de los casos, influyentes, para enfatizar sarcásticamente la dominación intelectual del neoconquistador.
Del otro lado del río, en este sur ensangrentado por una guerra que nunca ha sido de los mexicanos, en cambio, a lo más que se llega es a la treta informativa, a las campañas institucionales anodinas y a las pifias de chivos expiatorios que escriben boletines con faltas de ortografía y hablan un castellano chabacano.
Después de aquel discurso, en 1994, que en cierto modo costó la vida a Luis Donaldo Colosio, fallido candidato priísta a la presidencia de la república, no se ha vuelto a elaborar un trabajo comunicológico que permita reconstruir el imaginario colectivo que evitaría la desagregación sociocultural del pueblo mexicano.
Los comunicólogos no se han hecho presentes tampoco en los círculos empresariales, los partidos políticos ni las organizaciones no gubernamentales, más allá de campañas publicitarias rudimentarias y encuestas a modo que no agitan emociones ni conciencias hacia ningún lado.
Tal vez por eso, tuitear a veces se convierte en un acto de suicidio político o mediático.
Quizá el futuro de los comunicólogos en México será el mismo que han vivido las últimas cinco generaciones de egresados de la carrera: De chistes amargos, quejas y desempleo en el mar de oportunidades que brinda la sociedad global de la información.
Por cierto: Estudié Ciencias de la Comunicación en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM y me especialicé en periodismo impreso; pero después de talachear la nota del día para sitios web que no lograron trascender, he vuelto a las teorías de la comunicación y teorías de los medios para desarrollar nuevas estrategias de comunicación en nichos de audiencias dentro de un proyecto norteamericano (trinacional) que deberá construir una comunidad ideal, multicultural, ilustrada, para la civilización del siglo veintiuno, basada en el periodismo de investigación, elemento fundamental de la democracia. 👣
Image by Engin Akyurt from Pixabay
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