A pocos meses de iniciar su gestión como primer gobernador de la Izquierda en Tabasco, Arturo Núñez Jiménez (@nunezarturo) enfrenta focos rojos en el tema de la protección de los derechos de los niños.
Dos días después de que se conoció el secuestro, violación y sádico asesinato de dos niñas en el municipio de Cunduacán, se dio a conocer el video donde un funcionario menor del ayuntamiento de la capital tabasqueña, Villahermosa, robó cigarros a un pequeño vendedor y lo obligó a arrojar al suelo su mercancía para “verificar” que no trajera consigo más tabaco.
Aunque el burócrata Juan Diego López Jiménez oficialmente fue despedido, hasta el cierre de esta edición, no se sabía de que el gobierno de Núñez Jiménez o el gobierno federal hubieran actuado para proteger al menor que, según versiones de la prensa local, es un huérfano indígena tzozil, proveniente del vecino estado de Chiapas, que vende dulces y cigarros en la vía pública para mantener a sus hermanos más pequeños.
La violación de derechos de niños como el del video empieza desde que el Estado no cumple con su función de resguardarlos de vivir en la calle y garantizarles la educación que necesitan y merecen.
La humillación y abuso de autoridad cometidos por un burócrata contra el menor indígena causarán en el desarrollo de ese pequeño tanto o más daño que una golpiza, si no se le atiende adecuadamente.
Lamentablemente, éste es tan sólo un caso documentado, entre cientos o miles que suceden en todo el país y esta forma de violencia contra los niños es una de tantas formas de ir destruyendo el potencial del capital humano, del bono demográfico, que tiene México para salir de su crisis neoliberal.
Michael Stone, psiquiatra de la Universidad de Columbia, en los Estados Unidos, ha demostrado en sus investigaciones que la historia de los criminales más sanguinarios empieza casi siempre en un acto de humillación cometido por un adulto en posición de autoridad.
¿Quién puede asegurar que si no se atiende a este niño y sus hermanos, no empezarán su adolescencia integrándose a las filas de la delincuencia organizada?
¿Cuántos niños humillados del ayer no se convirtieron en los últimos años en esos sicarios que han bañado de sangre a México?
Más allá de la firma de convenios de gobiernos locales y federal con instituciones como la UNICEF u organizaciones defensoras de derechos de la infancia, no hay datos que demuestren que se está resolviendo la problemática de niños como este pequeño tzotzil.
Si México no respeta a sus niños, dentro de una década veremos un país desintegrado socialmente, sin soberanía, humillado. <<>>