MÉXICO.- Los segundos pisos del Anillo Periférico de la capital mexicana y sus correspondientes obras de ampliación, actualmente en proceso de conclusión, son un tour obligado en estos días para quien debe recorrer la ciudad de punta a punta; y son hoy símbolo y síntesis de la visión de los gobiernos que han administrado a este Distrito Federal en la primera década del siglo XXI.
La fisonomía de la Ciudad de México lleva casi 30 años reconstruyéndose, luego del sismo de 1985 que dejó en ruinas a vastas zonas del centro, despoblándolo y provocando la expansión urbana hacia los suburbios; pero el gran auge del remozamiento y modernización de una de las capitales más grandes y dinámicas de América Latina se ha dado bajo las administraciones del izquierdista Partido de la Revolución Democrática (PRD).
Andrés Manuel López Obrador, hoy candidato a la presidencia de la república por segunda ocasión, y Marcelo Ebrard, considerado el mejor alcalde del mundo en 2010, son los artífices de una Ciudad de México que, aparentemente, ha superado el reto de crear una infraestructura urbana a prueba de sismos y otros desastres naturales que cíclicamente ponen en jaque a la urbe y sus habitantes.
Además de la modernización del Centro Histórico y la creación del metrobús como proyecto de transporte público como eje de un plan verde de desarrollo urbano, los gobiernos de la Izquierda han encauzado sus políticas de desarrollo e infraestructura a la construcción de los llamados "segundos pisos" del Periférico, la principal vía rápida de la ciudad.
Hoy día, casi a punto de concluir la administración de Marcelo Ebrard, la capital de México es una maraña de asfalto que, no obstante su auténtica belleza —algunos proyectos han ganado premios internacionales—, ha evidenciado, sino es que acentuado, la brecha socioeconómica que padece la nación desde que se instauró el sistema neoliberal a principios de los años noventas.
Y es que si bien el experimento de convertir a la Ciudad de México en una metrópoli moderna y amigable para habitantes, turistas y los ecosistemas parece estarle dando un nuevo rostro a la capital de la segunda economía más grande de América Latina (según datos del Banco Mundial), de repente los programas de desarrollo urbano para hacer del Distrito Federal una ciudad de Primer Mundo hacen que la realidad del subdesarrollo salga a flote.
Recientemente, la muerte accidental de una mujer que cayó de un puente peatonal provisional al intentar cruzar de un lado a otro del Periférico Sur en la zona de obras del segundo piso y que, presuntamente, no fue rescatada con rapidez porque la ambulancia no podía llegar a la zona, es apenas una postal del submundo sobre el cual se erige la lujosa y primermundista Ciudad de México de principios del siglo XXI.
Apenas unos días atrás, viajando por la zona de obras del Periférico noté que prácticamente todos los puentes peatonales que conectaban a uno y otro lado de la vía rápida habían sido derribados, que la circulación del transporte público ha sido restringida en todo el trayecto y únicamente los automóviles tienen derecho de paso en amplios sectores de la ciudad; todo esto derivado de la reconstrucción de las vialidades vinculadas al Periférico. ¿Está la capital mexicana predestinada a ser una ciudad únicamente para una élite social, o algún día el pueblo tendrá transporte público y vialidades que les permitan moverse a lo largo de la urbe con dignidad humana y seguridad?
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