cálamo & alquimia® | @silviameave
Estoy enterándome por las agencias de noticias que falleció a los 92 años el escritor Armando Jiménez, mejor conocido en el bajo mundo -jeje- del periodismo como “El Gallito Inglés”. El autor de “Picardía Mexicana” siempre será entrañable para mí porque en el inicio de mi carrera, todavía estudiando en la universidad, me dedicaba a la corrección de estilo que yo, férrea defensora del idioma español, llevaba a un punto equiparable al fundamentalismo religioso; de tal modo que la primera vez que cayó en mis manos una crónica de don Armando, flamante colaborador estrella de la sección cultural del diario en que yo trabajaba, me aventé con gran celo profesional a eliminar del texto todo concepto de caló y jerga chilangos que no correspondiera a las buenas costumbres culturales (según yo, por supuesto)… Y no cuento aquí detalles de cómo me fue con el director del periódico, excepto que mandó llamarme para reclamarme “la corrupción” de estilo que perpetré sobre el artículo del rey del albur mexicano a causa de mi ignorancia insolente sobre la carrera literaria y cultural de Armando Jiménez.
Así pues, recibí la orden de limitarme a revisar únicamente las erratas en los trabajos de Jiménez, ya que si él escribía algo como: “poninas dijo popochas, que vamos a la capirucha, pero te quitas el tacuche”, no tenía yo por qué corregirle nada, pues tan sublime y resonante expresión era un clásico de la cultura popular que yo no podía darme el lujo de destrozar. Sin embargo, lo peor del mega-oso que hice cual nerd en la fiesta de graduación (algunos dirían que fue una novatada) fue que uno de mis amigos de aquellos tiempos, burlón, soez y alburero, me dijo: ¡Qué bárbara! ¿Cómo que quieres ponerte al tú por tú con el Gallito Inglés?
Al cabo de algunas cátedras albureras al paradójico calor de las cheves heladas del Salón Palacio, pero sin buscar graffitis en el baño de hombres -que quede claro-, fue entonces que entendí que se vale reinventar el lenguaje inclusive hasta la vulgaridad, sólo si se tiene gracia, agilidad mental y buen dominio de los contenidos del diccionario de la Real Academia de la Lengua. Y eso lo aprendí de Armando Jiménez, erudito de la cultura popular mexicana. <<>>