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Haití: ¿Un Nuevo Chiapas?

cálamo & alquimia® | @silviameave

Hoy el mundo tiene los ojos puestos en la pobreza extrema de Haití, añeja y sepultada en la indiferencia de la Globalización del consumismo. De repente todos se han condolido de la desgracia en la que se hundió el pueblo haitiano luego del terremoto ocurrido el pasado 12 de Enero 2010 y la ayuda internacional a los sobrevivientes ha comenzado a fluir en la esperanza de que la vida en la isla caribeña vuelva a la normalidad lo más pronto posible.

¿La normalidad? Haití no puede, o quizá hay que decir que no debe regresar a ningún punto previo de su historia reciente, llena de violencia, pobreza y abandono por parte de la comunidad mundial. La reconstrucción de la isla tendría que llevar implícito un programa de desarrollo social y económico sustentable y no únicamente la ayuda humanitaria y esa inquietante ocupación del ejército de los Estados Unidos de América que fácilmente echó sin explicaciones del país a los periodistas que acampaban en el aeropuerto internacional de Puerto Príncipe, pues es el único lugar donde hay energía eléctrica y servicio de internet para transmitir la información.
Haití está destruido en su infraestructura, pero también en sus instituciones. ¿Por qué nadie se condolió de Haití antes de que llegara la destrucción? La coyuntura es ideal para el renacimiento de esa nación. Ojalá no pase ahí lo que en Chiapas, México en 1994, con el levantamiento armado indígena que mostró el verdadero rostro de la miseria en esa zona del mundo, donde hombres, mujeres, ancianos o bebés, vivían a la intemperie en pleno invierno, carentes de lo más elemental para una vida humana digna, y si bien captaron la atención de varias organizaciones no gubernamentales que se volcaron a aumentar la ayuda humanitaria en la región durante algunos años, a final de cuentas, dieciseis años después poco o nada ha cambiado la vida de los indígenas de los Altos de Chiapas, que siguen sumidos en la pobreza extrema y la exclusión social.
La sociedad civil global no puede -no debemos- permitir que Haití sea un nuevo Chiapas, que la emoción y la conmoción por las historias personales de las víctimas conviertan a su sociedad en una suerte de Tamagotchi de la aldea global, que genera interés, compasión y afán proteccionista por unos meses o quizá pocos años, pero luego es nuevamente olvidada por los acontecimientos por venir.
Si la atención que hoy se vuelca en medio de la tragedia sobre la realidad de la población haitiana sobreviviente permite crear en el largo plazo un proyecto de desarrollo sustentable para esa nación americana, todo lo que ha pasado en las largas semanas tendría un valor histórico trascendental. De otro modo, un Haití sufriente sin cambios sustanciales hacia el futuro es el desperdicio de todas las vidas humanas que se perdieron ahí. <<>>
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